Aullar de rabia.
Abrimos este espacio para reflexionar la escritura de Magaña desde el tratamiento de nuevas voces que, transitan periféricas, el esquema literario de los 60s, para devolverlo mediante una vitalidad que se vuelve critica, actual y a su vez antagónica. Huye del protagonismo y se desliza entre variantes, que, en todo caso, ofrecen un estudio de la realidad expuesta en uno de los documentos más representativos de la obra de Magaña: Los motivos del lobo. Habría que decir, que la autopsia a este texto, puede convocar un congreso. Ante, esto que puede ser lo inevitable, nos propusimos un laboratorio de procesos donde se fuera develando la encrucijada: El lobo era un fósil de 1967. Las trayectorias que pudieron registrarse dentro su andar, en el mapa de una ciudad que hoy es diametralmente distinta, también ofrece interrogantes sutiles para este propósito. ¿Qué tiene que decirnos esta obra, ahora? ¿Cómo ha cambiado la lógica de un crimen que sacudió el imaginario del México de finales de los 50s? ¿Qué reminiscencias podemos considerar potenciales para reformular estas preguntas mediante la escritura?
Y esto, más que ser una respuesta, es un listado de cuestionamientos que no terminan por escribirse. Y bueno, que no terminen. Que se sigan interrumpiendo las escrituras a favor de un colapso ceremonial, en el cual, no es posible seguir engrasando los ejes. La mejor obra que a mi parecer nos ha dejado la dramaturgia contemporánea, esta inclusa. Es Woyzeck. Y si Büchner fuera Magaña estaríamos consagrados a una fatalidad conspirativa, indispensable por humana. En ese sentido, los motivos de Martín Guolfe, pueden encontrar un eco sombrío en los motivos de Woyzeck. Uno asesinó a su esposa y otro dejó la dejó encerrada junto a sus hijos 18 años. ¿Qué se traían ambos con la familia?
Se sabe que ambos eran conducidos por instintos naturalizados en la práctica doctrinal de lo correcto, aunque lo correcto fuera, aterrador. Ambos eran criminales y ambos nos han traído hasta aquí dos textos excepcionales que los tienen como protagonistas y que siguen alimentando el espíritu necesario de la tragedia contemporánea, y a la vez, del crimen corriente de la nota roja. Ambos indagan sobre la oscuridad del ser y sus reminiscencias de luz frente a la realidad espasmódica de la época que les tocó vivir.
Todas las épocas tienen sus hijos crueles. Hijos a los que la literatura, como transmisora de la barbarie, ha concedido poder. Este juego que jugamos es igual de malicioso sea en los años 20s, los 40 o los 50s, dice la escritura. Tiene el propósito de desencriptar la fosa, sobre la que hay un letrero luminoso donde una frase advierte: La humanidad es peor de lo que puede aparentar. Bestia y humano pueden evolucionar en una misma especie. Y, en esa escala de peligrosidad, los humanos generalmente resultan vencedores. Son peores que las bestias.
Es el caso de Mujer Loba, de Cynthia Fernández, que revela como en un cuento de hadas, los espejos donde se puede reflejar solo la sombra. Los tres hermanos, dentro de mi propio imaginario, siguen siendo parte de un sistema inquisitivo, intermitente. Aquí también, desde el sistema de escritura, se presentan interacciones que tienen que ver con la técnica de lectura de la barbarie. Todos los textos de esta serie han sido elaborados bajo una dinámica donde se privilegian lo inédito y el caso de estos textos no se exceptúa.
Aullar de rabia, sería quizás, un buen comienzo.
Angel Hernández